sábado, 23 de octubre de 2010

En Busca de Bolívar, de William Ospina

En esta euforia editorial del Bicentenario, William Ospina publicó "En Busca de Bolívar" un libro que según entiendo surgió, o sirvió, o se retroalimentó, de su participación en la obra de teatro que sobre Bolívar montó Omar Porras, un colombiano que lleva años radicado en Suiza. El montaje de la obra fue patrocinado por el Ministerio de Cultura y ha habido bastante bronca porque la obra como que es regular (no la he visto) y como que costó demasiado.

Bueno, pero lo que nos ocupa es este libro, muy difícil de clasificar entre ensayo, novela o biografía. Es un libro al estilo "William Ospina", es decir, con mucha naturaleza exhuberante, mucho río y monte, en el que no hay narrador distinto que el propio autor. El libro está compuesto por capítulos muy corticos, de 2 ó 3 páginas, que son como "postales" o "imágenes" de momentos de la vida de Bolívar, narrados cronológicamente. Pero no ha diálogos, ni hay ficción, ni hay "puesta en escena" y en eso se parece más a un ensayo.

En fin, creo que me hago entender mejor con las frases, porque lo que les describí quedó como enredado:


Sobre eso nada puede decirse, porque el destino se fragua siempre en la oscuridad, y si tarde o temprano salen a la luz sus gestaciones secretas, lo que sí permanece oculto a nuestra mirada es lo que pudo ser, lo que pudo modificar para siempre el azar.


Tres siglos había durado aquí la dominación española. Y si el primero fue de masacre y rapiña, los dos siguientes se fueron contando en rosarios solemnes y ambientando con misas de gallo el continuo saqueo de recursos.



La corona británica se interesó menos por las riquezas de sus propias colonias que por el botín de los galeones españoles, así que la epopeya, bajo el ala del trono, de los piratas ingleses saqueando los puertos y los convoyes de Tierra Firme fue la versión barroca de un cuento viejo, el cuento del ladrón que roba al ladrón.

Y era a la vez una lucha con la naturaleza equinoccial: sus adversarios serìan también las tempestades y las ciénagas; los páramos y los llanos ardientes, los tigres, los caimanes, las sombras que serpentean sobre las hojas muertas.

Nariño logró más tarde conformar un ejército de las provincias, pero con vínculos tan débiles que, a medida que avanzaba con ellos hacia el sur, al encuentro de los españoles, iba perdiendo soldados noche a noche, por Ibagué, por Cartago, Por Cali, por Popayán, por el rigor extremo del Cañón del Patía de un modo tan absurdo y delirante que el héroe llegó a Pasto, donde estaba el fortín enemigo, con apenas dos hombres, y lo único que pudo hacer fue rendirse ante las tropas que pensaba destruir. Y sin embargo lo hizo con gestos tan temerarios y teatrales, que todavía hoy esa tierra generosa, que había sido su enemiga, lleva su nombre.

Y si es verdad, como quiere Borges, que el antiguo alimento de los héroes es la humillación, el peligro y la derrota, Bolívar empezó bien su carrera: apenas iniciada la guerra, ya había probado la humillación, afrontado el peligro, remordido la derrota.

Bolívar) tiempo después terminara diciendo, desde la amargura de sus desengaños finales, que “cada colombiano es un país enemigo”.

Sólo conoce el mundo quien lo recorre minuciosamente, y en nuestro tiempo los viajeros saben cada vez menos del espacio que cruzan. Poco puede sentir de los países quien pasa en un avión a ochocientos kilómetros por hora, para quien desiertos y océanos son una misma cosa abstracta a treinta mil pies de profundidad, para quien no es posible advertir más diferencias que la forma vaga de las montañas o la mancha de los mares interiores, para quien sólo existen puntos de partida y de llegada.

La primera parte del diálogo se había cumplido sin pronunciar una sola palabra.

A partir del momento en que Bolívar triunfó, comenzó a estorbar en todas partes.

Todos sus defectos eran casi tan necesarios como sus virtudes, porque una vida es un tejido inextricable que tal vez sólo se puede entender en su conjunto, y unas cosas requieren de las otras para formar su entramado de luz y sombra.

Nunca se estuvo quieto y no tenía vocación de estatua.


En Busca de Bolívar

Grupo Editorial Norma

253 páginas

2010

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