martes, 17 de julio de 2007

Varios: "Ficciones Urbanas"

Leí un librito flojito que se llama "Ficciones Urbanas" y recoge 11 crónicas escritas por 11 periodistas colombianos sobre 11 ciudades del mundo. Las crónicas fueron publicadas inicialmente en Cambio y luego las volvieron libro y ese es el primer error... a lo mejor estaban bien para una revista, pero no "aguantan" para libro, entre otras cosas porque la calidad es muy irregular, los enfoques también y no hay "unidad" en los textos. No obstante saqué algunas frasecitas, como para que se den una idea del libro:

Mauricio Vargas (Prólogo sobre París):
"Y es que las ciudades no son nada si sólo son plazas, calles, museos y monumentos. Las ciudades son eso, claro está, pero son por fortuna mucho más: Las ciudades son lo que uno era cuando vivió en ellas, lo que ellas hicieron de uno en aquel entonces y para toda la vida".

Carolina Sanín, Cádiz:
"Luego contó cómo Cristobal Colón había salido de ese puerto con Juan de la Cosa y la Santa María. Junto a la plaza estaba el edificio de donde había salido el Almirante "la mañana del descubrimiento de América". Así lo contaba, como si Colón hubiera salido de una casa de piedra por la mañana del 12 de octubre, en una carabela, y al caer la tarde hubiera llegado a las Antillas".

Ricardo Silva Romero, Barcelona
"Doblamos dos recodos, en dirección a la rambla de los juegos mecánicos, sin reparar en las evásticas sobre las paredes. Ninguno de los dos sospecha que el grupito de hinchas que grita !viva el Barca! en el bar de enfrente, de domingo en domingo, lincha sudamericanos desprevenidos en sus ratos libres".

"Y juntos hemos descubierto, en dos o tres charlas hasta las dos de la mañana, que cuando éramos niños todos pensábamos que el mundo era una pecera. Si uno se hundía en el océano, más allá de las algas, de las rocas, de los peces, podía hallar la pared de vidrio del planeta. El verdadero misterio, sin lugar a dudas, era a quién veríamos o con qué tropezaríamos del otro lado".

Efraín Medina Reyes, Roma
"El paso siguiente fue el Coliseo, que a pesar de las latas vacías de gaseosas y el estar eternamente en reparaciones, lucía majestuoso. Me estremeció pensar que por donde caminan ahora pequeños japoneses y obesos gringos estuvieron multitudes que en tardes de infamia veían cómo fieros leones destrozaban a frágiles cristianos para complacer la sed de sangre de Nerón y otros por el estilo".

"Pertenezco a una generación capaz de recorrer con ansiedad las ruinas de Pompeya pensando en qué parte se grabó el famoso concierto de Pink Floyd y dejando que el Vesubio sea sólo la vaga frase de algún profesor de secundaria".

Fernando Quiroz, Buenos Aires
"El verano había logrado que Buenos Aires amaneceira más temprano, aunque los porteños siguieran durmiendo hasta tarde, fieles a su vocación noctámbula que les permite ir a cine en la madrugada, comprar flores a las horas más absurdas o quejarse de su pequeño gran universo en torno a una botella de vino en cualquier boliche d elos que cierran cuando el cielo comienza a desteñir el negro de la noche".

Daniel Samper Ospina, La Habana
"Es muy difícil dar con un cubano que no sea especialmente amable, y más difícil aún dar con uno que no sea especialmente digno: Cualquiera de ellos está blindado por una educación prodigiiosa y habla con criterio sobre cualquier tema. Saben lo que valen y sobre todo valen por lo que saben. Es raro estar en una ciudad con gente tan preparada. Todos se expresan bien. Como Magally, que habla de Lezama Lima con propiedad, así a la media hora tenga que estar con las piernas abiertas para recibir la desgonzada y sucia perinola de cualquier noruego viejo".

Alonso Sánchez Baute, Valledupar
"Bueno, y la verdad es que podría alargarles esta historia contándoles tantas cosas que pasaron aquella mañana, tantas preguntas sin respuestas, tanto llanto, tanto dolor, tantos amigos que me acompañaron, tanta solidaridad de mi pueblo, que quizás no terminaría nunca. Por eso, para resumir, les cuento que ya pasadas las nueve de la mañana, con la casa tan llena de gente que no le cabía ni un tinto, con el señor obispo ya programado para la misa, con el velorio en pleno, con el cementerio listo para enterrar el cadáver de mi marido, justo en ese momento, mi marido apareció. Llegó como si nada, igual a como partió, pero con una juma que desde el patio se le sentía el tufo. Llegó descalzo, empijamado y bañado en maizena, preguntando que quién se había muerto, cuando el muerto era él; y llevaba la pea tan despierta, tan vivita, que se puso fue a cantar, que "llegó tu marido negra, llegó tu mariiiiiido".

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